martes, 17 de agosto de 2010

Re: ¿so!p :ɐʇsәndsәɹ


Escribí este texto como respuesta a un post del blog delfindedios de mi amigo Gonzalo Rodriguez. Aprovecho, de paso, para decirles que su blog es excelente y que se pasen a verlo cuando tengan tiempo.

No es nada nuevo decir que Dios es intrínsecamente contradictorio. Ni que, obviamente, no necesita suscribir al código vigente (ni a ningún código, para el caso). Un hombre de fe argumentaría (supongo) que Dios está por encima de cualquier código, que es una cuestión de fe en última instancia, no se puede razonar. Encuentro interesante en este sentido la portada del libro “¿Es Dios un matemático?” de Mario Livio, la cual muestra a Dios, encorvado, usando patéticamente un compás para medir el universo, sugiriendo de una forma muy demostrativa que el mismo Dios debe acatar las leyes de la matemática (menuda omnipotencia, diría yo). Creo que esta imagen es una ilustración de una biblia medieval, pero no estoy muy seguro.
Cualquier análisis de la existencia de Dios (ya sea en esencia o en fenómeno) está inequívocamente condenado al fracaso. Dios ni siquiera resiste una simple reducción al absurdo. Ejemplos abundan, pero creo que el más conocido es el de la piedra tan pesada que ni Dios podría levantar. Un Dios omnipotente sin duda podría crear semejante piedra, lo cual llevaría a un absurdo. Pero este análisis simplista, a pesar de resultar válido en los términos de su disciplina, pierde todo significado cuando se aplica a la idea de Dios. Todo se reduce a una cuestión de fe, no de razón. Curioso reducto de la imaginación humana, la fe. Algunos la consideran virtud, otros la denuestan.
Deliberadamente decidí ignorar tu interpretación "paternal" de Dios y saltar directamente al último párrafo de tu texto, en especial las últimas cuatro oraciones, donde a mi entender resumís maravillosamente un subconjunto de la conducta humana. Ya lo dije antes en este mismo blog: los hombres somos máquinas de buscar patrones. Ésa es nuestra forma de "interpretar" la realidad que tan confusamente se nos presenta ante los ojos. Buscamos patrones que intenten explicar lo que vemos. Lo que para algunos es una simple y llana mancha de humedad para otros será la imagen de Jesucristo y una señal de su existencia. Y ahí está el problema: frente a estas múltiples "realidades" (o percepciones de una misma realidad) ¿cómo diferenciamos los patrones que realmente están ahí de los que sólo están en nuestra mente? Durante la historia de la humanidad hemos desarrollado múltiples herramientas que intentan ayudarnos en este problema. Una de ellas es la ciencia. No busca una verdad última e irrefutable (aunque conserve la esperanza de que ésta exista), sólo intenta acercarnos a la realidad, entender los fenómenos de nuestra existencia. Y algo interesante sobre la ciencia es que, si bien es un producto de nuestro intelecto, no forma parte de lo que podríamos llamar natural. Definitivamente no está en nuestros genes. Por decirlo de otra forma, mientras que toda cultura a lo largo de la historia ha desarrollado alguna noción de deidad, lo mismo no ocurre en el caso de la ciencia. Esto parece sugerir que la predisposición a creer en una entidad superior podría estar arraigada en el centro mismo de nuestra naturaleza (quizá grabado en algún gen, o en la membrana que recubre la vesícula, quién sabe...). Paradójico que nuestro eterno creador forme parte integral de nuestra esencia. Y muy interesante, sobre todo, que el desarrollo de la ciencia como herramienta para entender nuestra realidad se aleje tanto de esta idea de Dios (de ESTA idea de Dios, no de toda idea de Dios, que quede claro). Se aleje, en definitiva, de nuestra propia naturaleza. Una perfecta analogía del mito de la fruta prohibida.

3 comentarios:

Gonzalo Rodriguez dijo...

Lindo texto! Me hiciste acordar a Ética para Amador. El chabón dice que uno puede vivir tranquilamente sin saber de astronomía o logosofía. Pero uno no puede dejar de conocer (informalmente) la ética. Lo que la ciencia conoce o enseña tiene que ver con el universo. Es el conocimiento sobre el universo. Lo que dios, los padres, y la sociedad toda nos obligan a aprender es el código moral por el cual se rige esta sociedad. Donde haya sociedad habrá moral, y la mejor forma de transmitirla (y hacerla cumplir) es Dios (o los padres, o el estado, etc).
No creo que la ciencia se acerque ni se aleje de dios. Sencillamente a dios no le importa la ciencia (puede vivir sin ella) y a la ciencia le da lo mismo creer en dios o decir "no sé". El resultado científico es el mismo con o sin dios. El resultado ético es el mismo con o sin la ciencia.

Faa! Casi parece que mis palabras guardan verdad!! Jajaja. Que no te de culpa no tener tiempo. Supongo que el blog permanecerá ahí por un buen rato. Nos vemos el Viernes.

Abrazo!

Richo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Richo dijo...

Ahí yo discrepo, pues no vinculo en ningún modo la ética con la figura de Dios. La ética nace del hombre y su capacidad para sentir empatía con los demás. Intentar transmitir (y hacer cumplir) los códigos morales usando a Dios es inútil, especialmente en nuestra época. Quizá pudo haber sido efectivo en la edad media, cuando nuestro conocimiento del universo estaba tan nublado que dependíamos casi completamente de la verdad divina. Y, siendo que la vida era una mierda donde abundaba la injusticia, la corrupción, el hambre, la muerte y tantas otras cosas, la única forma de evitar caer en la locura era creer en una vida mejor después de esta. Creer con toda la fe humanamente posible que si soy bueno, si pongo la otra mejilla y acepto que esta vida es una mierda me espera el paraíso donde por fin voy a poder ser feliz. Ahh, pero que no se te ocurra desobedecer estas órdenes (estas 10 órdenes absurdas que escribió Dios en piedra), porque si lo haces hay un lugarcito caliente esperándote donde vas a sufrir tormentos inexplicables durante toda la eternidad. Ante esa perspectiva de vida, puedo entender que Dios sea un útil transmisor de códigos morales. Pero incluso así, no es Dios el motor que dicta las leyes éticas (a pesar de lo que quiera hacernos creer Moisés), es la empatía. Veamos, la esclavitud fue moralmente aceptada durante la mayor parte de nuestra historia. En el momento en que empezamos a empatizar con nuestros compañeros esclavos, se abolió la esclavitud. El mismo razonamiento se puede usar con respecto al racismo o la homofobia.
La ética no depende de la ciencia, pero tampoco depende de Dios. Y si así fuera, estaríamos bien jodidos, porque Dios escribe sus mandamientos en piedra pero nuestra ética es dinámica y evoluciona con el tiempo.

Ahora bien, como dice nuestro amigo Savater, ninguna persona puede vivir sin conocer la ética, pero tampoco puede vivir sin religión. Y así es que pienso yo que somos todos religiosos. La ciencia no se aleja de la religión, pero sí se aleja de este Dios en particular que vos planteas: el Dios ubicuo y todopoderoso, dador de la vida y creador de todo lo que es, conciente poseedor de un plan divino que rige todos los acontecimientos desde el principio de los tiempos (el Dios más popular, digamos). En mi no tan humilde pero muchas veces equivocada opinión, yo creo que la ciencia se aleja de esta idea en busca de otro Dios. Yo no puedo concebir, con mi imaginación limitada, un científico capaz de creer en este Dios. Este Dios te empuja a quedarte pasivo. Yo no quiero este Dios. O, en palabras de Johny Carter (personaje de "El perseguidor", de Cortázar):
"(...) Sobre todo no acepto a tu Dios -murmura Johnny-. No me vengas con eso, no lo permito. Y si realmente está del otro lado de la puerta, maldito si me importa. No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un día entero contra la puerta (...)"